Somos motas de polvo,
arrastradas por el viento cósmico,
sin rumbo fijo,
solo impulsadas por un anhelo incierto.
Creemos conocer los secretos del universo,
pero somos ciegos en nuestra propia oscuridad.
¿Cuál es nuestro lugar en este vasto cosmos?
¿Una simple partícula en un mar infinito?
O quizás, una chispa divina,
capaz de crear belleza y significado
en este breve instante de eternidad.
Como niños, detectives de sombras,
Rastreamos huellas en arenas del tiempo,
Recogidas en el alma, como tesoros,
Que los mayores nos dejen en su camino.
Y aunque el tren de la vida sigue su marcha,
Un canta autor nos dijo que,
“Nuestro tren vendió
billetes de ida y vuelta”
Nuestra memoria, una caja de música antigua,
Que va cogiendo polvo con los años,
donde cada recuerdo es una melodía
queue fluye, a veces clara, otras emborronada.
Unas dulces y otras amargas,
Todas ellas formando la sinfonía
de nuestra vida, una partitura incierta,
donde las notas del tiempo se entrelazan.
Nuestra vida, un libro abierto,
esperando ser escrito con pasión.
Cada día, una página nueva,
Un verso de alegría, dolor o ilusión.
Con tinta de sueños y papel de tiempo,
vamos trazando nuestra historia,
entre risas, lágrimas y lecciones,
creando un legado, único y eterno.
Somos motas de polvo
que el viento arrastra,
recogiendo historias
en cada recodo.
Unas veces,
nos eleva a las nubes,
otras,
nos hunde en el abismo.
Pero siempre,
aprendemos y crecemos,
transformando el dolor
en fuerza,
y la fragilidad
en resiliencia.
Gonci