Yeshuapoemario

Por él tenemos vida, nos movemos y existimos (Hech. 17:28).

 

En el lienzo de la existencia, cada pincelada de experiencia añade valor a la obra maestra que es la vida. Con cada imperfección, mancha y grieta, se revela una historia de resistencia, una narrativa de superación. Así como un cuadro antiguo y valioso, la vida, con sus matices desvanecidos y sus colores alterados por el tiempo, es un tesoro incalculable. La vida, ese regalo divino, es un arte que respira, un lienzo en constante evolución, donde cada segundo es una oportunidad para crear, para amar, para ser.

 

La vida, como un cuadro, no necesita ser perfecta para ser preciosa. Las imperfecciones son testimonios de autenticidad, signos de un viaje único e irrepetible. En cada grieta, hay sabiduría; en cada mancha, hay aprendizaje. Y aunque el tiempo erosione su vibrante paleta, el valor intrínseco de la vida, como el de una obra maestra, solo se intensifica.

 

Cuidar de esta dádiva es un acto de reverencia, un compromiso con el artista original. Es reconocer que, aunque no seamos capaces de restaurar el color perdido o suavizar las grietas del tiempo, podemos preservar su esencia, proteger su belleza y honrar su valor. La vida, ese regalo inestimable, merece ser custodiada con la misma diligencia con la que se cuidaría un cuadro invaluable.

 

Así como un amigo confía en nosotros al entregarnos un cuadro valioso, la fuente de la vida nos confía su creación más preciosa. Nos invita a ser curadores de nuestra propia existencia, a ser guardianes de nuestro bienestar. En este acto de custodia, no solo preservamos nuestra salud física y espiritual, sino que también honramos el sacrificio de Jesús y el amor que se han vertido en nuestra creación.

 

La vida, entonces, se convierte en una galería de momentos, una colección de instantes que, juntos, forman una narrativa de incalculable valor. Cada respiración es un trazo, cada día es una pincelada, y cada año es una capa de profundidad añadida a la obra. En este museo personal, somos simultáneamente el artista y la audiencia, maravillados y humildes ante la magnificencia de nuestra propia obra.

 

Por lo tanto, al igual que un cuadro antiguo y valioso, la vida es para ser apreciada, para ser vivida con plenitud y para ser cuidada con devoción. Es un regalo que, a pesar de sus imperfecciones, o quizás debido a ellas, se convierte en una fuente de infinita riqueza y significado.