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Sobre mí, pende una pesada losa
que aplasta mi intención de salir corriendo.
Pintas en el paisaje una línea blanca como referencia.
¡No debo cruzarla!
Y desde este mirador sin cristales
veo caer los muros de la ciudad,
el aire de la noche se cuela en la estancia
y un leve sollozo llega hasta mis oídos.
Malvives, alejada de la realidad
en otro mundo, en otra historia;
destrozando a los que estamos a tu alrededor,
malgastando tu vida… y la nuestra.
Imaginas lo que no es y nunca será,
pero el desdén vive a la vuelta de la esquina
y a veces llega sin avisar
y se mete de lleno en nuestras vidas.
Un perro aúlla a la luna llena…,
a lo lejos brillan los charcos de la calle
y en ellos se reflejan nuestras carencias,
nuestros miedos y las luces rojas de los coches.
Cuantas veces viajé lejos de ti
con la vista nublada por el llanto
y la decepción alumbrando en las farolas.
Cuantas veces te maldije…
Y eso es lo último que quisiera hacer,
pues te quiero tanto…
que no me importaría morir y así poder descansar,
aunque al final la culpa no me lo permitió.
Muchas veces mi vida fue una extraña pesadilla,
un feo recuerdo que ahora me devora.
Tú creaste aquel monstruo
y entre los dos lo alimentamos.
Ahora llegas hasta mí,
sumergida en un mar de lágrimas,
desesperadamente sola
y embriagada de tu caótico mundo.
Yo prefiero huir de ti
y de tus malos hábitos.
No quiero ser como tú
y vivir en el infierno.
No quiero ser como tú,
pero no puedo evitarlo...
Del poemario: Cosas que nunca dije
Esta obra tiene derechos de autor y será publicada en breve.
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