Entre el cielo y las estrellas,
donde el infinito se vuelve tangible,
te busco en la quietud de la noche,
en cada parpadeo de luz fugitiva.
Tu ausencia es un eco sordo,
un murmullo perdido en el viento,
y mis manos, ansiosas, trazan en el aire,
el contorno de un sueño que se vuelve distante.
Te siento pero no te veo,
te veo solo cerrando los ojos,
Los martes ya no saben a viernes,
y la primavera ha cerrado su puerta.
Cada estrella es un suspiro,
que se ahoga en la inmensidad,
un rastro de lo que fue,
y de lo que nunca será.
La luna, testigo mudo de mi espera,
alumbra con su pálida caricia,
las lágrimas que el tiempo no seca,
las promesas que el olvido deshace.
En este vasto lienzo de sombras y luces,
mi amor se convierte en un faro distante,
una guía incierta en el océano de la noche,
un anhelo eterno y una esperanza vibrante.
Te encuentro en cada suspiro del cosmos,
en el susurro de las estrellas lejanas,
y en cada silencio que arrastra el viento,
escucho tu nombre en la distancia.
Eres el refugio de mi pensamiento,
la chispa perdida en lo inalcanzable,
la paz y la tormenta que arden a la vez,
el sueño que ningún tiempo puede quebrar.
Entre el cielo y las estrellas,
mi corazón se pierde y se encuentra,
bailando al ritmo de un recuerdo imposible,
soñando con el día en que seas tangible.
Y si nunca llego a tocar tu esencia,
si tan solo existes en luces distantes,
mi alma abrazará este amor eterno,
como un faro que no necesita un puerto.
No tardaré mucho quizás en llegar,
te presiento en la puerta esperando,
entre el cielo y las estrellas he de esperar,
mientras tanto, mamá, te sigo soñando.