**La Dama de las Sombras**
En la noche en que la luna titubea,
bajo un quejido que el viento disfraza,
pasa la dama de ojos vacíos,
sin dejar rastro, sin rumbo ni guía.
Lleva en su pecho el secreto del ser,
un alma que nunca ha sido suya,
mujer que camina al borde del riesgo,
reina sin cetro, en un reino sin dueño.
En el rincón de su mente, la risa
de un niño perdido resuena
sueños de luz que la noche ha robado,
ecos de risas que nunca regresan.
Oculta tras el velo de su afonía,
sus manos tejen la brisa errante,
y en cada plegaria, un eco vano,
una rosa que lucha contra el invierno.
En su espíritu arde una llama marchita,
un corazón de cristal casi inerte,
que guarda los sueños de un niño olvidado,
gritando en el viento con voz de silencio.
Oh, mujer sin nombre, sin rostro, sin alma,
que juegas a ser diosa en su danza vacía,
deslizas esencias entre las heridas,
temiendo al día mientras finges creer.
Pasa la dama, y pasa su infamia,
mujer sin reflejo, sin aliento en la brisa,
que existe en el todo, pero nunca en sí misma;
y en cada paso se ahoga en el viento,
amores ausentes que nunca respiran.
Que nadie la toque, que nadie la nombre,
pues carga en su dolor el peso del cielo.
Misteriosa dama de sueños ajenos,
ternura deshecha en un vasto desvelo.
Sus ojos se apagan en fuegos ocultos,
y en su sosiego se esconde la fosa.
Es dueña de todo, esclava de nada,
guardiana del tiempo que nunca avanza.
Parte del todo, en todo es ausente,
susurro perdido en la inmensidad,
reina de sombras, que al final es nada,
y en la nada se hunde, exhausta y cansada.
Y mientras crece, el instante se quiebra,
su nombre se disuelve, su esencia se niega,
en el rumor de un mundo que nunca la espera,
la dama se pierde, y su orgullo la entierra.
Mas en su arrogancia vana, un fervor resuena,
la ilusión de un amor que jamás fue su hogar,
y en el abismo de su desespero,
su anhelo grita en una noche estrellada...