Evocaba con reservas lo que fue mi infancia.
Hubo tantos saltos en la niñez que fue difícil.
Sentía rechazo al cambio y las inconstancias.
De cierto, miro atrás y entiendo, no fue fácil.
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Los arraigos y costumbres, edifican las vidas.
Los niños no entienden eso de: es necesario.
El niño suma y solo desea, caricias florecidas.
Él suele aceptar el amor, aunque, sea precario.
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Duro es el canje qué, dejan atrás, los amigos.
No se muda sólo el cuerpo, también, el alma.
No calma este apego, eso de: Estás conmigo.
Las mentiras agravan, más aún: El ten calma.
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¡Por la verdad, murió Cristo, decía, la Abuela.
Y mi mamá la miraba con, sus ojos de canela!