La misma sentencia de los días crueles
en su inercia perpetua
que me abisma y me merma.
Ni borracha se suelta mi lengua
al manjar que la emparcha contenta
con tan sólo observarte
como te vas conservando
ese aroma los muebles
como a algo olvidado.
Al pasar por mi lado la concreta secuencia
revierte el milagro.