Se va terminando el año y también se van yendo tantos dolores y quejumbres que nos han ido golpeando cada día, cada mes y que nos van dejando las experiencias que necesitábamos para crecer.
Se llega a la edad en que cada suceso se toma como aprendizaje y no solo para ti mismo, es también para los que amas y los que te rodean día a día.
Somos experimentos humanos que, dando vueltas como la noria, nos encargamos poco a poco de lo que nuestra vida es y lo que nos tiene para dar en el presente y para el futuro.
Nos vamos quedando solos y de ahí estamos sacando lo que nos da más sabiduría, más vida y, si se puede plenitud, solos con la mejor compañía que es Dios y los recuerdos gratos de los amados que han partido.
Dios y Madre son los mejores guías y así vamos hacia adelante con la esperanza en la mente y en el corazón, la fortaleza para seguir andando con alegría.
El año se va, hay que tomar las cosas como vienen, sin angustias y sin torpezas que nos hagan retroceder en los actos, hay que evolucionar e ir hacia adelante con la mirada fija en un punto que nos dé la vida para madurar.
Se dice: “madurar” mientras las hojas del almanaque caen y así, más se trata de actuar acorde a ello. No son años sumados a un lamento por ganar vejez, no, es ser grandes en los actos y en la mentalidad.
Un año que dejó tanta esperanza en el mañana que no cabe en el corazón la emoción, la salud física mejor y la mental en un proceso de ser la mujer que siempre se quiso ser y tener en las manos los logros que un día fueron solo un sueño.
No es optimismo, es ser grandes en todos los sentidos, es crecer y saber qué podemos y qué queremos… Se llega lejos con el trabajo diario, con la fe en el mañana, y el amor de Dios, hacia Él y el recuerdo de la Madre.
Dolores Luna. Anna.
Octubre 30. 2024.
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