Hay tardes mágicas por su esplendor, pero terribles para el alma, como la de hoy, donde la luz iluminaba tiernamente el horizonte y no daba paso a la noche. Son tardes que suceden pocas veces para el alma, traen siempre una nostalgia infinita. Uno suspira y cree saber por qué, pero en realidad no hay nada, es un vacío de cosas y emociones, de despedidas, de apartamentos, de camas, de fracasos, de besos y manos, de canciones en la radio, de un \"te amo\", \"cuídate\", \"espero verte pronto\", \"no te quiero volver a ver\", \"te extraño, hijo\", \"tenía tiempo sin verte\". Y esa emoción se queda ahí, es una burbuja en el tiempo, y de repente aparece una tarde, deambula a tu alrededor, te hace sentir extraño, débil, te obliga a sentarte, mirar al cielo y buscar el motivo de la nostalgia. Quizá aparezca, quizá no. Si aparece, tendrás una experiencia en el tiempo; si no aparece, te quedará una tarde con una pizca de melancolía.