Fotografía: pesetoman
Hoy se celebra Halloween en medio mundo, aunque en muchos países de habla hispana también se conoce a esta festividad como la Noche de Brujas y lo que me apetece es contaros una historia de miedo. Hoy no os traigo un poema sino un relato. Pero antes de comenzar me gustaría hacer algunas puntualizaciones que servirán de ayuda para la mejor comprensión del mismo:
Nací en España, en un bonito pueblo de la provincia de Toledo, y como en cualquier otro lugar del mundo en mi pueblo también tenemos nuestras leyendas y nuestras tradiciones. Una de ellas es la de “La espantasma”.
La espantasma es una especie de fantasma local que recorre de noche las calles envuelta en una sábana blanca, con un cántaro con muchos agujeritos sobre la cabeza iluminado por una vela y arrastrando cadenas por los tobillos mientras que va dando lastimeros aullidos y asustando a la gente.
Por lo general es una figura femenina con connotaciones sobrenaturales y con la que es mejor no enfrentarse si por casualidad nos la encontramos.
Siempre va con la cara cubierta y acompañada de un hombre que la sigue en la distancia.
Suele ser vista a últimos de octubre o primeros de noviembre -coincidiendo con el día de todos los santos-, en esas noches frías que preceden al invierno y en las que proliferan las tormentas.
¡Mejor, no encontrarse con ella!
LA ESPANTASMA
Aquella noche el frío era intenso, las ráfagas de viento taladraban su piel sin piedad.
Arrebujado en su abrigo y su bufanda procuraba resguardarse de las finas gotas de lluvia que repentinamente habían comenzado a caer intentando acercarse lo más posible a las fachadas de las casas para evitar mojarse.
Dobló la esquina y súbitamente apareció frente a él, poco más allá del puente del arroyo y de la luz vacilante de una desamparada farola.
La soledad de la calle y el silencio de la desapacible noche le sobrecogieron.
Se quedaron muy quietos, mirándose fijamente durante unos segundos que resultaron eternos. Sorpresivamente la espantasma comenzó a andar hacia él con pasos rápidos y decididos. En su acelerado caminar iba arrastrando las cadenas que apretaban fuertemente sus tobillos produciendo un sonido chirriante y bastante desagradable.
Después la espantasma emitió un alarido que le puso los pelos de punta, pero que le permitió reaccionar.
Dio media vuelta y echó a correr como alma que lleva el diablo.
Nunca supo si la espantasma fue tras él o se quedó mirando como huía.
No pudo mirar atrás.
Iba demasiado ocupado en sujetar todo lo que llenaba sus calzones y que amenazaba con escapar escurriéndosele patas abajo.
Fragmento de la novela: Mi primer verano
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