Tomás Sánchez Rubio

APARIENCIAS

Dedicado a la memoria de D. Juan Valera

 

Y Pepita me miró.

Y de la nada surgió entonces

una luz cenital

como de rayo,

como de ángeles sin mancha

batiéndose en serio duelo

con los caídos.

 

Sus ojos atravesaron las bóvedas

de firme arista y los contrafuertes

del recio templo -eso creía yo-

de mis fervientes reflexiones

de hombre cabal.

 

El cáliz brilló en la oscuridad

y mis manos se hicieron

encendidas coronas de adviento,

desconocida canción de cuna

y envés de palma en

la cuaresma de mi vida.

 

La tristeza, confundida,

salía por las vidrieras

entre alas

de cera y de miel.

 

Pepita me miró

y supe al fin

que Dios

me escuchaba.