Salvador Galindo

Escatología, el luto de la última estación

Te turba el sonido de las serpentinas seculares
festejando el prematuro fin de un mundo.

La última de las fiestas se espera que sea divertida,
y la virtud es el veneno de los incautos
que solo saben agradecer
aquello que procuran para sí mismos.

A ti te avasallan vates,
a ti te inoculan luces
¡lo sabía! se nota en esas tempranas arrugas,
En el tiempo que apenas consigues robar durante la noche.

A ti te asaltan de mañanas perdidas, 
ocasos perdidos que creímos cancelar 
con una taza de café cargada de rabia,
un fútil abrazo o un puñal por la espalda,

antes de esperar a los mercenarios

sin verdad, sin aciago, sin ojos del corazón.

\"Todo lo que te vuelve loco te vuelve vivo\"
Era lo que decía mi progenitora, profética como nunca
Así veía cómo mi realidad pasaba a ser el filtro 
de una lucidez inexorable y misteriosa

Sí, y así me sentía como un bastardo 
ante un montón de estrellas tercas,
tercas como la madre de las madres:
de dolores de vejiga que aún no tienen nombre,
de historias que no trascurren por miedo a tener sentido,
y que garantizarían la épica insolencia
del estar siendo, del volverse, del querer volver,
nada más que a la concha de otro sombrío caracol
que vive contradicho bajo la luz de un nuevo Sol,
que alumbra tanto como hunde, 
y que alumbra tanto como huye.

Te turba el sonido de las serpentinas seculares,
invocando el prematuro fin de un mundo,
entonces repites: Todo lo que te vuelve loco te vuelve vivo
y todo lo que está vivo conocerá algún día la noche.

¡HÁGASE EL POLVO!
¡HÁGASE EL CAOS!
¡HÁGANSE LOS SIGLOS!