Un atardecer en otoño
La alargada sombra
de milenarios árboles,
convierte el camino
en un paso de cebra.
El viento,
murmura lamentos de despedida.
Las copas de los árboles,
teñidas por un languideciente sol otoñal,
flotan en un mar de cobre líquido,
sus raíces sostienen un tiempo
que se les escapa.
Huele a tierra húmeda,
a hojas secas
que entonan bajo los pies
un canto
que solo los atardeceres conocen.
El cielo se viste de naranjas profundos,
dorados suaves,
y violetas soñolientos.
El mundo suspira rendido
al manto de penumbra
que reclama su espacio.
El bosque, espejismo de un eco
de la memoria
se va difuminando,
dejando como recuerdo
una inexplicable paz.