Metal ardiente, derretido
llama viva, que no cesa
suave arpón en carne hundido
barro frío, que me ciega.
Huesos rotos por los golpes
moratones de conciencia,
cardenales del olvido
o dolores de cabeza.
Todo en mi, ya no es bastante
por igualar el dolor
que siento por no tocarte.
Porque tengo el corazón
destrozado por marcharte,
ese es mi gran dolor.