Tomás Sánchez Rubio

EL PINGÜINO SOÑADOR

Los fríos sábados por la mañana,

cuando no hay colegio para pingüinos

y descansa mi maestro,

un oso polar muy listo,

licenciado en geografía

de icebergs y constelaciones,

me quedo en la cama soñando

que hago música

con los témpanos de lúcido cristal

que cuelgan del tejado de mi casa.

 

Sueño con que pesco con mi nueva caña,

de la que cuelgan hilos de plata

con los que hago cosquillas

 a los pececillos despistados

de su familia.

 

Recuerdo en sueños el día

 que me extravié yo

mientras hacía gélidas piruetas

con mis patines nuevos cerca del bosque.

 

Y sueño, sobre todo sueño

con que mi mamá pingüino

me manda

desde ese cielo rosado,

entre grises y amarillos,

donde van algún día

los pingüinos mayores,

besos escarchados de tibia fruta

y escarabajos blancos

de cálido azúcar de caramelo,

con sabor a cariño

tostado al fuego lento

de sus caricias.