En la noche gris de los muertos,
los nigromantes rezan cómplices,
los viejos conjuros secretos
que guardan los antiguos códices.
las velas tiemblan en la sombra,
guiando ánimas de rota luz;
los penados que el brujo nombra
llevan el peso de su cruz.
El incienso se eleva al cielo,
con aromas de azufre eterno,
inframundo de fuego y hielo,
llanto dantesco del infierno.
Las almas se arrastran despacio,
buscando el calor de un rogar,
el rincón de un cálido espacio,
de aquellos que saben odiar.