En la espalda cargo todo el peso del día con los pies gimiendo y temblorosos, hija mía con tan solo verte comer y lanzarme una risita a la vez yo pasaba de muerto a afligido y la sonrisa moribunda me decoraba la cara.
Mi padre hizo lo mismo por mí, ¿Porque no hacerlo yo? ese sentimiento de hacer que contagia, las páginas de trabajo eran vividas por las manos muertas, y el cansancio patea los ejes más débiles del alma, pero saber que comerás me aprisiona a esto a diario con felicidad.
Con el trabajo el futuro sobrevive, con el futuro se dio sentido al trabajo, el cuerpo humano en su involución condenada no sostiene el hambre ni la sed, no se cura solo, nos apoyamos para subsistir con las frutas del trabajo y el futuro son reservorios heredados para los hijos.
Mis manos fruncidas con la sangre que recorre las líneas arrugadas de mis manos condenada por la longevidad, si es que soy o no longevo, seguiré, y seguiré, hasta de la cocina dividir la raciones que sirvió la tierra, y ¡bendita la vida por Dios! y volverte a ver sonreír.