Epitafio
Cuando perezca, seré sombra y viento,
polvo errante en el silencio del abismo,
un nombre olvidado en cruel desatino,
como eco que deja un lamento.
Seré la ausencia que a nadie estremece,
susurro que el tiempo descompone,
cenizas flotando donde el olvido esconde,
en la penumbra hostil donde todo perece.
Cuando me vaya, no esperes el duelo,
ni llanto que mitigue la partida;
seré la noche sin luna encendida,
un suspiro apagado en el suelo.
Seré el humo que envuelve el sendero,
un gemido distante que llama en la niebla,
y en la negrura que abraza mi cielo,
nunca sabrás si viví o fui quimera.
Seré vestigio en tus labios, un clamor,
fragmento de risas que el tiempo ha guardado;
un destello fugaz que ya ha terminado,
la luz que extingue, su brillo moribundo.
Y en cada suspiro que el viento repita,
un instante perdido en la vasta corriente,
un recuerdo incierto que nunca se siente,
danzando en la melancolía que mi alma agita.
En el color de mis risas, un pacto de amor,
el gozo del pasado que nunca se quiebra;
aunque mi forma se disuelva en la niebla,
seré murmullo en tu pecho, un rumor.
En tu memoria que abriga el corazón,
como faro distante, mi sombra persiste;
aunque mi huella se funda en la bruma,
seré arrullo del viento, su dulce canción.