“Satisface los leones del deseo. Cuando rujan en ti, apresúrate a darles carne fresca y roja sangre”
José María Vargas Vila
El Corcel y la Amazona
La aurora en mi ventana de paz mi alcoba inunda
con mágicos destellos pintados de rocío,
su luz anacarada traspasa mis cortinas
y anida así en mi cama que guarda mil secretos.
Despierto y a mi lado dormida estás, desnuda,
pequeña hada traviesa que alocas mis sentidos
y hambrienta de placeres, impúdica y lasciva,
devora mi mirada los arcos de tu cuerpo.
Al rato se espabilan tus párpados de azúcar,
me observas y comprendes mis ganas y apetitos,
la miel brilla en tus ojos de un ámbar que hipnotiza,
de seda es el castaño fulgor de tus cabellos.
Rodamos abrazados y un ansia furibunda
nos colma en arrebatos de dicha y erotismo,
febril, tu piel ardiente, flamea tus mejillas
y almíbar de pasiones destilan nuestros besos.
El éxtasis me envuelve, me pierdo en tu figura,
exploro tus colinas, tus valles y tus ríos,
me embriaga tu perfume, me embruja tu sonrisa,
me excita tu fogoso disfrute de hembra en celo.
Me palpa a sus antojos tu mano diminuta,
se agita y me deleita su afán bajo mi ombligo,
arropa la cereza de tu boca mi hombría
y loca al fin me montas y soy corcel sin freno.
Mi pelvis incendiada ya es tu cabalgadura,
cual párvula amazona galopas en mis bríos,
azuza mis ijares la espuela en tus rodillas
y el clímax del pecado levita en nuestro juego.
El ímpetu acelera la furia en tu cintura,
jadeante de lujuria me gime tu alarido,
mi carne, entre tus muslos volcánicos, palpita
y estallo en los espasmos de tu vientre de fuego.
Carlos Estrada Monteagudo