Escribimos para nosotros, para desahogar las penas, escribimos la impotencia de nuestras vidas, en el amor, sobre el paso cruel del tiempo, los recuerdos para bien o para mal de la infancia, sobre la muerte…
Todos escribimos mentalmente, buscamos eternizar la inestabilidad del presente, en nuestro dialogo continuo imposible de acallar y nos decimos tantas cosas. Construimos frases originales, párrafos llenos de emoción, poesía que nos sale del alma, canciones sin cantor, cuentos y hasta novelas mentales. Se nos ocurren tantas escenas, historias, páginas de nuestras vidas y de las de otros; unas de nuestra experiencia y otras tantas de oídas, leídas, soñadas… en todo ese dialogo con nosotros, el pensamiento como escritura mental que cuando, a veces, las queremos llevar al papel huyen despavoridas y apenas si conseguimos retener alguna.