Ha pasado tanto desde aquella última charla,
me pregunto si el amanecer aún recuerda nuestras palabras.
Desde que partiste, el eco de tu risa flota en mi memoria,
y el vacío en mis brazos duele en silencio, sin demora.
Aún te siento cerca, como un ángel guardián,
y aunque sé que pedir tu regreso sería un castigo más,
te extraño, y en cada lágrima que cae al recordarte,
el tiempo parece detenerse, sin llevarte.
Desearía que aún estuvieras aquí,
sin tener que soltar nunca más el hilo de tu recuerdo.