Yeshuapoemario

El dragón se enfureció (Apoc. 12:17).

 

En el vasto lienzo del tiempo, se despliega la historia,

de un dragón llamado Satán, envuelto en una sombría gloria.

Con furia desenfrenada, desde el cielo desterrado,

contra los ungidos se alza, su ira ha sido desatada.

 

Los fieles, representantes del divino Reino en tierra,

con la misión de testificar, en medio de la guerra.

En mil novecientos dieciocho, la adversidad se cernía,

ocho hermanos, acusados, la injusticia les dolía.

 

Condenados a la sombra, en frías celdas de olvido,

parecía que su obra, al fin había sido vencido.

Más en marzo del diecinueve, la esperanza renacía,

de la prisión liberados, la verdad se imponía.

 

Los cargos se disolvieron, como niebla ante el sol,

y los hermanos valientes, retomaron su rol.

Con el Reino por estandarte, y la fe como escudo,

contra la corriente adversa, se mantuvieron firmes y agudos.

 

El dragón, en su derrota, no aceptó su cruel destino,

y como río caudaloso, persiguió con desatino.

A cada siervo de Dios, con ardor y con saña,

más la fe de los ungidos, como roca, se acompaña.

 

En la danza eterna del cosmos, donde el bien y el mal se encuentran,

la perseverancia y la fe, son las armas que nos centra.

Así, en el teatro de la vida, donde cada cual su parte actúa,

la historia de resistencia, en el corazón de muchos fluye y flota.

 

Que la narrativa de aguante, en nuestras almas resuene,

y frente a la furia del dragón, nuestra esperanza se sostiene.

Porque en el firmamento de los tiempos, y en el Reino de Dios,

la fe es el faro que nos guía, a través del mar inverno.