Afronté los entramados
y abrí la puerta
para comprender,
imperturbable
en el punto de mira.
La vida y la muerte
caminan juntas,
la voz del eco,
una mirada de reojo,
el dolor que no cesa,
un desconcierto continuado
tras la devastación,
los árboles flotan,
los ríos son olas que entierran,
la voz del agua
estalla por las ramblas
en las calles del lodo
y las lápidas se ahogan
en una noche de difuntos.
Resisten erguidos
los viejos puentes de piedra.
Se desvanecen los presentimientos,
la naturaleza arde
y reclama sus dominios.