En un rincón olvidado de la memoria,
un viejo violín pervive a su vieja gloria,
sus cuerdas gastadas gimen por el desprecio
de un pentagrama escrito de blanco silencio.
La luz tenue adormece su cuerpo cansado,
añora los aplausos de un tiempo aclamado,
sus notas perdidas, cual lágrimas caídas,
resuenan en manos de noches aplaudidas.
Su madera ha sonado entre coros y escenas,
con trinos divinos que alegraron las penas,
y acordes mágicos de un lánguido sonido;
hoy calla su solo, su sesión ha concluido.
Viejo violín, caja de dulzura y de llanto,
con tus arpegios de vértigo vibra el canto
del teatro, donde un virtuoso te acaricia
para el buen público que aplaude tu pericia.