Aida c. Gispert

El poema que me ahoga.

Me entierra el folio,
me asfixian las palabras.
Encerrada en la caja del grito,
ahorcada para sellar heridas.

Mato la palabra,
me dejo morir.
Lloro tanto
que la palabra se vuelve niebla,
cegada bajo su velo.
Llueve sobre la hoguera de ecos.

Esta garganta, como el tiempo,
se convierte en arena.
La palabra, como el dolor,
se vuelve raíz.
El poema, como huracán, sacude

No se abastece, abarca.
Para un poema que arraiga, no existen márgenes.
Mi cuello es la raíz; brotan los pétalos en prosa.
De prisa, se quiebra mi piel.
Todo mi cuerpo se sumerge en la metamorfosis
del poema que me ahoga.