Emilio Barrios

Sus viejas heridas.

El brillo oscuro de sus ojos refleja el amor que quiere de forma desesperada, pero sucumbe ante la necesidad de venganza.

 

Observando su mirada llena de gracia y a la vez de nostalgia, deja ver la desnudez de su alma.

 

Su rostro, frágil, se confunde con el entorno de su naturaleza y aquella voz quebrada se oye como apenada.

 

La confusión de sus palabras cuando habla o cuando calla es sinónimo de desesperanza.

 

Busca algo que hace tiempo perdió, pero busca en aquellos lugares donde las flores nunca nacen.

 

Su confuso corazón late, irradiando calor frío que se nutre de sus aflicciones inconsolables.

 

Sufrimiento echada a la suerte, deja al azar su destino por si algún día la tengan compasión.

 

Su pasión, que obsequió sin vacilar, cambió de parecer y se desvaneció una tarde lluviosa donde su amor padeció.

 

Semblante débil, compuesta como si fuera una melodía triste, hecha canción que jamás prevaleció.

 

Aquellas lágrimas silenciosas como gotas de lluvia cayendo en sus mejillas se pierden en el paisaje mustio de su imagen.

 

Quiere amar pero no puede, sabe que no debe, ya lo hizo y su experiencia aniquilo su confianza.

 

Desde que probó el sabor amargo de la traición, despierta como el sol todas las mañanas, iluminando con su brillo sin esperar a nadie a nada.

 

Sus manos suaves ahora tienen miedo de acariciar cuerpos y rostros bonitos porque en su interior algo le dice ¡detente, es delito!

 

El día en que vuelva a estar con alguien le costará amar; y confiar en los demás ya no será igual.

 

Todo lo que vivía en ella sepultó muy en el fondo, enterrando para siempre pero sin ignorar \"sus viejas heridas\"…