En las sombras de la noche eterna,
donde el eco de mis pasos se detiene,
un susurro oscuro empieza a brotar,
un viejo amigo que vuelve a llamar.
Caminos trazados por dolor y miedo,
entre llamas del azul, un fuego en el pecho,
las cicatrices brillan con luz sincera,
y en cada latido, se asoma la espera.
Siento cómo el tiempo se vuelve veloz,
como un río que arrastra mis pensamientos,
y en el espejo, el reflejo temeroso,
me muestra verdades que no quiero ver.
El dulce aroma de la autodestrucción,
se mezcla con sombras de mi propia voz.
\"¿Por qué seguir luchando?\", murmura el pesar,
\"Mientras la caída parece tan fácil de hallar.\"
En noches estrelladas, mi mente se agita,
hacia el abismo, mi alma invita.
Cada rayo de luz, una cadena pesada,
y cada paso hacia adelante, una llamada.
La tentación de ceder a la oscuridad,
es un canto suave, una cruel verdad.
Mi corazón lucha entre la calma y el caos,
la fe se desvanece, como un eco en el lazo.
Pero en medio del trance, algo despierta,
una chispa de vida, aún no muerta.
Las memorias felices empiezan a alzar,
voces que gritan que hay que continuar.
Las montañas y ríos me enseñan que el viaje,
no siempre es dolor, hay un claro arremaje.
Cada caía es un paso hacia el sol,
cada herida, un camino, un nuevo rol.
Así, el resurgimiento duele, es verdad,
un enfrentamiento con mi propia ansiedad.
Aprendiendo a bailar con las sombras que vienen,
encontrando el poder que en mi ser sostiene.
Que el viaje es largo y a menudo incierto,
y aunque el susurro esté siempre cerca,
mi espíritu clama por luz y amor,
decidiendo renacer con fuerza y valor.
Así, caminando entre ruinas y estrellas,
descubro que en mí hay tuberías bellas.
Autodestrucción, eres parte de mí,
pero no soy solo eso: también puedo vivir.