En mis sueños azules te prendí
de prender, encender, inflamar,
con las llamas de mis deseos.
Y fuimos lo desconocido disfrazado
para reconocernos nuevamente.
Y allí nos fundimos, y abrazados,
en la cúspide donde solo llegan
los que ponen en juego los sentidos,
como dos cuerpos que se atraen,
que se seducen entusiasmados
y, sin vértigo, a las alturas, ni al vacío
se exploran en lo más profundo.
Se tocan entre llamaradas ardientes
apasionadamente, irremediablemente,
y con los seis sentidos en juego,
inician el ritual nuevamente.
Mis oídos en sus susurros candentes
Sus ojos alumbrándolo todo lo inerte
Y juntos, olfateando como hambrientos
al tiempo que, palpándonos a tientas,
para descubriros nuevamente.
Solo dejamos, para el final, chapotear
en los ríos de lava que los volcanes
que nuestra locura nos provocaba.
Y nos elevábamos como cenizas
que buscan de nuevo un todo,
una chispa para comenzar de nuevo.
Un nuevo fuego ardiendo de nuevo,
siendo llamas, deseos, sueños azules
con los cinco sentidos en juego
y ese otro que nos inventamos:
Amor, libera de dudas, mis instintos
e inclina la balanza con tus besos.
En el fuego de tus labios.
En las llamas de mis deseos.
Poniendo de nuevo todo en juego,
en mis sueños de colores.
En los que tú eres el brillo y la luz,
las brasas que alimentan mis besos,
sueños de entregas rojas y azules.
Azules olas que se vuelven blancas,
como lenguas saladas y curiosas,
como tus ojos de puertas abiertas
entre tus labios de miel y de fresa,
donde las encrucijadas se ignoran.
Saben mucho de sed los sedientos
y mucho de hambre los hambrientos.
No precisan de las confluencias
ni de los cruces de camino,
nada distrae, o pospone la indigencia
que solo se sacia con la fragancia,
perfume, aromas, efluvios y esencia
de unos labios de caramelo
y unos ojos como ventanas abiertas
por dónde se asoma la gloria eterna.
Amor, no corrijas los puntos y aparte,
me gusta cómo improvisas el instinto,
lo sacas de las cavilaciones
en estas alturas que son las pasiones.
Cúspide del deseo y de las tentaciones.
Ni me agrupes, a conciencia, los versos
que me gusta que estén dispersos,
donde la cadencia, compás y armonía
sea la esencia, aromas y fragancia
del fuego de tus labios de miel espesa
del poema de tus cabellos al viento
y de tus ojos de puertas y ventanas abiertas.
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Amor, hagamos de nuestro poema inflamado, un relato de largo recorrido, en las caricias y corto, por resumido, en los comienzos. Explicito, por sucinto y ceñido, por ajustado, en los recovecos. Tan estrecho en los abrazos, que no haya lugar para nada más que para el instinto. Preciso y directo, como el libre albedrío que no precisa de rimas. Como las estrofas encadenadas con los hilos rojos de la pasión y el cautiverio azul del mar profundo de tus ojos.
Un relato de amor, de olas y orillas, de mareas, olas y acantilados. De puerto cercano y de velas al viento. Un relato donde me estés esperando sin que yo me haya ido nunca de tus brazos. Un cuento de esos de los encantamientos, donde la realidad no sea más que un sueño que no precise de los besos para salir del hechizo. Si acaso, sin alejarnos, elevarnos con las alas de mis sueños de colores, donde…
En mis fantasías azules te prendo, de prender, de encender, de inflamar con las llamas de mis deseos. Y en ellas, de nuevo, seamos dos desconocidos, dos hambrientos, dos sedientos, sin ser extraños, que se reconocen de nuevo para nuevamente amarse apasionadamente.
Y allí nos fundimos, en nuestro fuego antiguo, inmortal y eterno. Y allí nos abrazamos, en la cúspide, donde solo llegan los que ponen los sentidos en juego.
Y de nuevo fuimos, dos cuerpos que se atraen, que se seducen entusiasmados y, sin vértigo a las alturas, nos miramos desde las profundidades, donde nos acariciamos apasionadamente, con los instintos a flor de piel y el timón de la imaginación en manos de la pasión.
Ella, con sus ojos de transparente miel dorada.
Yo, con mis vehementes pasiones liberadas.
Mis oídos,
atentos y alertas de sus susurros ascendentes.
Sus ojos,
alumbrándolo todo, con sus rayos incandescentes.
Y juntos…
Olfateando como ansiosos hambrientos, como sedientos que a borbotones se beben. Al tiempo que se palpan a tientas, para descubrirse nuevamente.
Solo dejando, para el final, chapotear
en los ríos de lava que los volcanes,
que aquella locura nos provocaba.
Para luego, elevarnos como cenizas,
que buscan la fuente de sus orígenes.
Dos cuerpos comenzando de nuevo, dejando en libertad la pasión, los deseos, los besos y los sueños rojos, azules y eternos.
Donde un poema nacía cada día con los versos de ella. Sin necesidad de que me hablase, sin necesitar para rimar, más que imaginar, sus labios de puertas abiertas, y sus ojos de gloria bendita.
Y donde yo me atrevo con un humilde relato
en el que ella es la protagonista principal.
La guionista que me diseña los escenarios,
la trama y saber bien acabar sin finalizar.