Penumbras
Entre tantos niveles que definen lo humano,
siempre hay alguien nombrado de cobarde y villano.
¿Será el hombre la estrella que estremece el Oriente
o la antorcha de todos, adherido al poniente?
Pues, testigo es el mundo de vasallo y vasallo
y de otros que montan sin domar al caballo.
¿Qué ha ocurrido con todos mantener ese gremio?
Que lo diga el poema, que lo cante el bohemio.
Es así de sencillo, ya no hay nada de suerte
porque si hay otra cosa, la define la muerte.
Es el mundo el tugurio de ignorantes veloces
y de necios patrones que aceleran los goces.
Es de sombras la vida, cenagal de insolentes,
ya las manos de dicha no son más que corrientes.
Ya las balas son eco, ya los llantos son brisa;
ya a los niños del mundo se les fue la sonrisa.
Y del valle susurros estremecen la aurora,
y es que nadie lo entiende del por qué se empeora
esta crisis de ausencia que el silencio resume;
esta casa sin hijos, la ilusión la consume.
Y pensar que el dinero se volvió pesadumbre
desde luego que el viejo se perdió entre la lumbre.
¿Dónde está el jornalero? ¿Dónde está el verdulero?
¿Dónde queda el acuerdo del que fue prisionero?
Se olvidaron del verbo, de la gran profecía
mas, no niego que todo perderá la osadía.
Caerán los del alto, los que creen que son todo
hasta el fondo del vicio, donde fluye aquel lodo…
aquel lodo de viles, de fantoches colonos
que entre medio de flamas caerán de sus tronos.
Y es que así el desconsuelo no tendrá cicatriz
cuando acabe de pronto lo que es mala cerviz.
Samuel Dixon