Tiempo Inexorable
Tras la puerta, anticipando su llamado:
El tiempo pasa, implacablemente, pasa,
y las cenizas de los años se acumulan,
se deslizan en mis historias,
infames de pasos, cargadas de restos.
Afuera, todo parece en calma;
adentro, el tiempo grita su avance.
Ese smog que sofoca, manto de asfixia,
inmóvil y constante,
me consume en ráfagas vertiginosas,
y en cada pestañeo, va ahogando,
lento, ineludible, hasta rozar la muerte.
Yo, que he querido adueñarme de instantes,
los veo escapar entre sombras y polvo,
y no quiero creer en esta calma engañosa,
ni saciarme en lo fugaz y lo breve,
para no perder lo que me arrebata
ese filo del tiempo, frío e inclemente,
dejando en mí solo el inminente vacío
de su paso incesante.
Y en la mesa, el café se enfría,
la risa de un niño se disipa en el viento,
mientras la sombra del reloj se alarga,
y cada tictac es fiel recordatorio,
del rastro de lo que fue, un eterno lamento.