Contemplo desde mi ventana
esa grandeza del mar,
y no logro descifrar
de donde su majestuosidad dimana.
Abajo, en el viejo bar,
escucho a los marineros
historias de compañeros
que no han vuelto de alta mar.
Salian a navegar
con la vela a barlovento,
dejando empujar al viento
para nunca regresar.
Se habían encomendado
a la Estrella de los Mares
para esas calamidades
con las que siempre han luchado.
Gloriosa Virgen del Carmen,
ruego que de ellos te apiades
en esas profundidades
yacen, y quizás te llamen.
Classman