Me he convertido en un hombre
de pocas palabras
y menos amigos.
Las palabras las nombro
con la misma simplicidad
de lo elemental:
sed, hambre, sueño
y amor.
Los amigos no caben
en la palma de la mano.
Estamos terriblemente solos,
somos más carne
que alma.
En este andar,
a veces veo pasar
a alguno más
buscando al otro,
entonces
me doy cuenta
de la eternidad
que hay en un solo momento,
de la belleza de los espíritus
ocultos en los huesos,
del fuego que pudo ser,
y de cómo murió
sin llegar a nacer.