Ricardo Castillo.

Bajo la piel

Me he convertido en un hombre

de pocas palabras

y menos amigos.

 

Las palabras las nombro

con la misma simplicidad

de lo elemental:

sed, hambre, sueño

y amor.

Los amigos no caben

en la palma de la mano.

 

Estamos terriblemente solos,

somos más carne

que alma.

 

En este andar,

a veces veo pasar

a alguno más 

buscando al otro,

entonces

me doy cuenta

de la eternidad

que hay en un solo momento,

de la belleza de los espíritus 

ocultos en los huesos,

del fuego que pudo ser,

y de cómo murió

sin llegar a nacer.