Alan era un joven, que parecía caminar despreocupado, por las avenidas, con un gorro visera azul, cualquiera diría que se trataba de un turista. Sin embargo no lo era, hacía trámites, para los diamanteros. Era fornido alto y siempre con su morral, donde llevaba un traje, de esos que no se arrugan, por si tenía que ver algún cliente. Para ello utilizaba el sanitario, y nadie podía imaginar que ese chico, se transformara en un ejecutivo de corbata. Con su vestimenta casual, no llamaba la atención a los posibles ladrones, que cada vez pululan más.Tengo entendido que se pulen las manos, para afinárselas y así uno ni se da cuenta de lo sustraído. Cuando Alan, caminaba por la parte vieja de la ciudad, le llambaba la atención , un hombre que estaba todo el día sentado sobre una alfombra.Tenía una especie de séquito, que le arrimaban cosas a lo largo del día, hasta entrada prácticamente la noche. La gente tenía mucha curiosidad de hablar con él, su parecido con Jesús era asombrosa. Alan no podía detenerse, como uno más de los peregrinos.También veía cuando estos venían con comida y compartían largas conversaciones, nunca pudo escuchar, por el bulllicio de la calle, y la voz era muy baja, del impostor. Quizás sea muy dura en la apreciación, o realmente se creyera el mesías reencarnado. No lo sé, porque yo tampoco me detuve.
(rosi12)