Otoño, débil sol adormecido sobre una playa lejana
alma que en la brisa vuela, al despertar la mañana
corazón de luz y sombra, silencio que al tiempo habla
desgranando caracolas como versos a la nada.
Ilusión que duerme apenas bajo el sargazo que avanza
Y pone pardas murallas al empuje de las aguas,
poco a poco va venciendo su resistencia y se ensancha
formando azules pozos, como aquella su mirada.
El arrecife es el cuerpo donde golpea la rabia, más después,
suave caricia, salitre que se derrama y se suspende en el aire
para salpicar mi cara, lagrima de los océanos, tan intensa, milenaria
trayendo un poco de todo para vivir la esperanza.
Mar inmenso alma y sueño, que se pierde en lontananza
manto donde el cuerpo cubre el frío que hondo le cala
y abierto desborda el verbo que a todo oído no alcanza,
profundidad y misterio donde se ahoga la nostalgia.
Otoño, frágil sol que en ciclos llega y se marcha
fabricando los recuerdos que alimentaran la llama
leño que arderá en la orilla de aquella playa lejana
donde quedaron las huellas de tantas vidas pasadas.