Con ochenta y ocho palabras de amor
escribiré este soneto si puedo;
sin tardanza, pena y sin nigún temor
raudo a mover mi pluma yo procedo.
Una nueva estrofa voy a construir
y ando cavilando como he de rimar;
sin embargo creo, y sin querer mentir,
que el segundo cuarteto va a terminar.
Así presto es que acometo un tercero,
de cierto que debo tener buen tino,
para terminar con cuidado esmero
el final de un soneto isabelino.
Poema que el amor debía enaltecer,
perdido me quedé en un atardecer.
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