Al final, si he de decir algo,
diré que estuve aquí esperando.
Siempre esperando que llegara quien nunca llegó.
Ese podía ser mi epitafio: siempre esperando.
Porque yo amé y estuve dispuesto a amar sin condiciones,
amaba hasta la extenuación de mi alma.
Pero me quedé esperando un guiño, una sonrisa que nunca llegó.
Me sometí a los sueños profundos,
aquellos que navegan entre las nubes
y a veces penetran en las tormentas,
hasta llegar al insomnio y sufrir su tormento:
los ojos abiertos sin ver lo que llevaba dentro.
Al final será cierto, que esperando llega la muerte.