Llegó sin avisar igual que un sueño
entró como torrente por mis venas
como cantos lejanos de sirenas
convirtiendo en grandioso lo pequeño.
Mi otoño lo pobló de primavera
sembrando mi jardín de madrigales,
y un coro de querubes celestiales
iluminó el candil de mi ceguera.
Los dioses del Olimpo pertinentes
para deleite de mi inspiración
sembraron los vergeles de mi ocaso.
Y surgió de mi pecho una explosión
y las musas llegaron cual torrentes
a mostrarme las puertas del Parnaso.