La vorágine
No soporto la impermanencia de las cosas. todo cambia de manera tan veloz: la tierra quiere venganza y lo demuestra; ultimamente todo está en constantemente dejando de ser, absolutamente todo lo que me rodea, nosotros ya no somos los mismos de ayer, a esa esquina le faltan algunas baldosas, y la pared de tu casa ahora está grafiteada.
pero la vida, en su incansable danza, nos recuerda que aún en medio del caos, hay momentos que brillan con una luz propia. esos instantes que nos hacen sentir que, a pesar de la vorágine, hay un refugio en la conexión, en el abrazo que se siente como un ancla. así, mientras el mundo se desmorona a nuestro alrededor, me aferro a tu risa, a tus palabras que son una promesa de que, aunque todo cambie, lo que construimos juntos es un refugio inquebrantable.
Te miro y veo el eco de las historias que aún no hemos contado, de los sueños que aún nos quedan por realizar. cada lágrima que cae, cada herida que se abre, es también una oportunidad para renacer. y aunque la tormenta ruge y amenaza con llevarse lo que conocemos, en tu mirada encuentro la calma que necesito. en este instante, en la fragilidad de lo que somos, hay una belleza cruda que nos invita a vivir intensamente.
No quiero que el miedo a lo efímero nos paralice. deseo que cada abrazo que compartimos sea un acto de resistencia, un grito en medio del silencio que nos rodea. porque aunque el tiempo es un ladrón implacable, en cada gesto de amor encontramos un refugio, un espacio donde la impermanencia se convierte en nuestra aliada. así, el eco de nuestras risas se alza contra el ruido del mundo, y en cada caricia, en cada susurro, reafirmamos nuestra existencia. —
Aun cuando lo inevitable aceche, mientras haya un latido, mientras el amor nos envuelva, elegiremos seguir amando. porque en este juego de luces y sombras, somos más que la suma de nuestras heridas; somos un fuego que no se apaga, un deseo que persiste. y aunque la tierra quiera venganza, yo prefiero que nuestra historia sea un canto de amor, un testimonio de que, incluso en la impermanencia, lo que sentimos es eterno.
D.M