El silencio me conversa
desde el espejo
de una mirada convexa.
Y me sopla el viento
y las calles
y la nostalgia,
y se lleva con él
los suspiros
atados a las hojas
enrojecidas de otoño.
E intuyo sus
silentes palabras
tras la ventana.
Porque aunque no quiera,
en la quietud de la tarde,
en la luz de
este atardecer,
persisten
las espinas bajo la piel
renaciéndole al frio.
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