En un jardín de rosas, nació mi amor,
una flor tan hermosa, cual estrella del confín.
Pero las espinas, herían mi corazón,
y el dolor se hacía, una pesada razón.
Tus ojos, dos luceros, que me cegaban,
pero tus besos, mi alma la laceraban.
Como la flor que muere, así mi amor se marchitó,
y en la soledad, mi alma se perdió.
En cada amanecer, buscaba tu calor,
pero solo hallaba, un profundo dolor.
Tus promesas, como el viento, se desvanecieron,
y mis sueños rotos, en pedazos se hicieron.
Aunque el tiempo pase, y las heridas cicatricen,
el recuerdo de tu amor, siempre perdurará.
En cada lágrima que cae, una parte de mí se va,
y en cada suspiro, tu nombre lo invoca.
En este mundo cruel, donde el amor se marchita,
solo queda la esperanza, de encontrar otra vida.
Y aunque el destino, me haya jugado una mala pasada,
seguiré amando, hasta mi última morada.