Tardía y recóndita, excavaste en el vacío
Para desenterrar el espejo de ciertos dolores,
no sé si invocados por el fantasma de tu padre
o por una especie de oscuro arquetipo,
así, cada vez que cavilé sobre tu mirada y reincidí sobre tus labios
me volví una caverna cada vez más negra y más honda para tu persona
para el poder de una voluntad tierna en su violencia, violenta en su ternura
y procuré envolverte para siempre, sin éxito,
más allá del laberinto de las determinaciones
donde cada cual jugó a ser las máscaras del otro
y juzgó si había acaso un rostro verdadero
una salida al acabóse.