“Nunca estuve realmente loco, excepto en ocasiones en las que mi corazón fue tocado”
Edgar Allan Poe
Muñeca de Porcelana
Roto el telón de la noche
se asoma al fin la alborada
que inunda con su opulencia
cada resquicio de mi alma.
El orto en el horizonte
presume radiante cara
y de añil viste los cielos
y abre al día ojos de nácar.
Al clarear vuelan los trinos
y un repicar de campanas
remonta el aire impregnando
de paz sublime mis mantas
y un rayo de sol silente
ha bostezado en mi almohada
y ensaya un gorrión su canto
justo al ras de mi ventana.
Se han retirado los duendes
de mi insomnio, a sus moradas,
donde forjan mi desvelo
por la flor que es mi añoranza
y promesa ingenua ofrece,
de un tiempo que no se acaba,
el tic tac constante y tenue
del reloj junto a mi cama.
Y abstraído en mi entusiasmo
de tanto y tanto pensarla
me levanto, ebrio de gozo,
pues la veré esta mañana.
Ella ha aceptado mis versos
y ha consentido en su carta
y apenas puedo creerlo:
me he citado con un hada.
Escalda un café la prisa
de un rasurado a navaja
mientras practico un discurso
que suena a frases trilladas
y ya ataviado en mi traje,
un clavel para mi dama,
robo al jardín del vecino
y raudo salgo a buscarla.
La ciudad en su ajetreo
me recibe engalanada,
leves ángeles traviesos
por doquier baten sus alas,
cruzo puentes y bazares,
vecindarios y fontanas
y avenidas concurridas
y calles adoquinadas.
Tras mi extenso recorrido
al final llego a la plaza
que colinda con la ermita
de marmórea escalinata
y bajo un olmo fornido,
en un banco acomodada
cual diosa eterna en su Olimpo,
descubro que ella me aguarda.
Ahí está, llegó temprano,
se desboca mi esperanza,
me acerco y nos saludamos,
reto a duelo a su mirada,
mi clavel vuela a su oreja
cual pequeña ave escarlata
y ya sentado a su diestra
la contemplo mientras charla.
Me acaricia el terciopelo
de sus ojos de avellana,
su negra melena en bucles
le cubre la media espalda,
su boca es una amapola
de glaseado almibarada
y el marfil de su sonrisa
destella cual luna clara.
Tiene un halo de misterio
su apariencia afrancesada,
tal parece una viviente
muñeca de porcelana
que ha escapado de un museo
o de una historia encantada
para reinar en mi anhelo
como absoluta monarca.
Lleva un vestido nevado
que esculpe su regia estampa
y zapatos charolados
y una pulsera de plata
y aroma floral liviano
de su piel brillante emana
como al viento un lirio en mayo
cuelga fragancias y alhajas.
De lozanía y tersura
su juventud se amalgama,
su cálida voz seduce
como la ola a la playa,
dice adorar mis poemas,
se los declamo y le halagan
y siento que el universo
gira en torno nuestro y trama.
Ya he olvidado aquel discurso
que inútilmente ensayara,
improviso y le declaro
mi ansiedad inusitada,
la algarabía en mi pecho,
la pasión que me desgrana
y el fuego de este embeleso
que es mi Amor puro y sin mancha.
No sé bien cómo a mis manos
llegaron sus manos blancas,
mas al roce me ha incendiado
lo sedoso de sus palmas.
Me aventuro al primer beso,
me corresponden sus ganas
y en la miel del desenfreno
mi corazón vibra y canta.
Ruboriza a los paseantes
nuestra entrega en avalancha
y por horas libo el néctar
de su aliento que me embriaga
pero aprisa corre el tiempo,
se apura en grandes zancadas
y ya casi al mediodía
me dice adiós y se marcha.
Su mano agita a lo lejos,
se va a sus clases de danza
y vuelvo sobre mis pasos
fingiendo cordura y calma
hasta que el júbilo ulula
con su aullido en mi garganta:
“¡Me ha besado un lirio blanco
con sus pétalos de escarcha!”
Y al pensarlo hay algo extraño,
ingrávidas, mis pisadas
se elevan del pavimento
y mi locura agiganta.
Las voces de mi cabeza
susurran su perorata
y una fuerza incontenible
hacia el éter me dispara.
Levito en veloz ascenso
sobre techos y terrazas,
mi gris corazón tocado
monta al aire en cabalgata
y reboto entre las nubes
mullidas y algodonadas
en mi éxtasis por la ardiente
muñeca de porcelana…
Del lecho he caído al suelo,
por Levante emerge el alba
y entre aturdido y perplejo
me pregunto: “¿Qué me pasa?”
Allan Poe murmura entonces
en mi mente alucinada:
“Un sueño dentro de un sueño
te perturba y te avasalla.”
Son borrosos mis recuerdos:
…sol, gorrión, reloj, navaja,
clavel, bazares, ermita,
corazón, besos… ¡mi amada!
De un gran salto me despejo,
corro a afeitarme la barba,
¡Por Dios!... casi no lo creo:
¡tengo cita con un hada!
Carlos Estrada Monteagudo