En la vasta llanura manchega, al sol poniente,
Cabalgaba Sancho, fiel escudero, valiente.
Junto a su señor, el hidalgo, de alma pura,
En busca de aventuras, bajo la luna clara.
Con panza redonda, risa sonora y lealtad,
Sancho era el alma de aquella jornada.
Su sabiduría sencilla, su corazón noble y grande,
Guiaban al Quijote en su gesta sin igual.
Sobre Rucio, su fiel jamelgo, avanzaba,
A molinos gigantes, sin temor se enfrentaba.
Con lanza en ristre, el hidalgo, cual bravo león,
Luchaba por ideales, bajo un cielo de algodón.
Soñaba con islas, tesoros y reinos lejanos,
Pero en la lealtad de Sancho, encontró sus majanos.
En su amistad sincera, su mayor tesoro halló,
Un tesoro más grande que el oro y el marfil.
A veces dudaba, temía la oscuridad,
Pero su fe en el Quijote, lo hacía avanzar.
Sabía que el valor no está en la fuerza o la altura,
Sino en el corazón, en la noble ternura.
Así, en la historia, inmortal quedó su nombre,
Sancho Panza, el escudero de noble conforme.
Un ejemplo de lealtad, de amistad sin igual,
Que nos enseña a luchar, aunque caigamos al final.
En la Mancha eterna, su nombre resuena,
Un canto a la amistad, que nunca se serena.
Y aunque el tiempo pase, su recuerdo perdurará,
Sancho Panza, el bueno, que siempre nos inspirará.
Gonci