Elias Castellano Blanco

PRESENTE Y PASADO

 

Entre la niebla, y bajo los árboles desnudos

que van dejando caer el oro gota a gota,

voy lento, aspirando los vahos fríos y mudos,

mientras escucho a mi paso el crujir de cada hoja.

 

Me susurró la tarde:

-¿Dónde tienes la abierta sonrisa de otros días

y aquella mirada inquisidora y siempre alegre?

 

Fingí que no entendía,

y contemplé los montes cubiertos ya de nieve

que altivos, recortaban difusas lejanías.

 

Había una fuentecilla que alegre me cantaba

en espera de que aquel frío aún la congelara.

 

-¡Miénteme! Increpé al chorro incesante de la fuente.

 

Metí mi mano trémula en sus aguas alegres,

y sentí correr su canto en mis ancianas venas

como un tropel de locos y jóvenes corceles.

Y yo soñé, mil cosas en un momento apenas.

 

Y ahora vaga la silueta de mi alma anciana

por aquellos roquedales que saltar me vieron.

 

Caminos polvorientos.

Y entre secos rastrojos,

saltábamos las peñas

como pequeños corzos.

 

Y por los verdes campos matizados

de blancas margaritas y matojos,

el alma, revolcaba

los sueños, los deseos, los antojos.

 

Y las nubes miraban, mariposas

con anhelantes manos voladoras.

Saltamontes dorados

de miradas alegres, soñadoras,

que vuelan incansables

bordando los minutos y las horas.

 

¡Roquedales lejanos!

Que ayer grandes montañas parecían.

Y hoy, quedan en peñascos,

¡Según la edad de aquellos que los miran!