No puedo tejer nada que no sea;
la vida va por donde ella quiere y es,
se parece a las alas y no a un
triste reloj de pared.
Tejer tiene sentido si se abandona
el singular de una madeja.
Nada sabrás ni nada sabré
si el pecho no sana las heridas: el
olivo no sabe del aceite.
No quiero parecerme a la ciudad
que esconde las sombras,
prefiero en medio de la nada
que la vida encuentre la tuya,
y la mire, y de ahí salgan
las manos que se buscan
como la Luna casadera.
No tengo nombre, ni tú tampoco: eso
solo pasa en las iglesias;
tal vez esas letras empiecen
a tejer los oídos que se hacen
con los ojos, o tal vez, la vida
siempre ame el silencio.
Tal vez tejer solo sean
indefinidas formas
por más que se pierdan
mis ojos en su pecho.