El espíritu me conduce a Dios, el alma me guía al planeta entero, entonces me di cuenta de que podía divisar el susurro de luz de una mujer, pero el sonido de mi voz no la podía alcanzar.
Mujer que imita la luz sin siquiera iluminar algo, lo da al forzar su vientre, y cuando lo hacen las albas del sur pierden su cintura y eran fundidos los nervios de acero de los hombres.
Así nació mi vida, la luz hacia morir mi sed, y emanaba cantos que no entendía, pero admiraba, cantos que hoy sin saber fueron el primer sueño de mi vida, esta luz supo mantenerme con vida, solo me quedaba sonreír.
Y me daba cuenta de que, si yo sufría ella también, luz que sin apagarse se sostenía en las más oscuras noches, ahora que soy grande debo ser yo quien con su calor la vele para que no se me apague nunca.