Espero el verano que ya se asoma.
Hay veces que el acebo me intimida
y con su altura por momentos, me salva.
Me recompone con esta vida,
con estos días en que sonrío si ríen
mis niños en sus cascabeles de ternura.
Hay veces que un árbol en la acera,
digo, acá cerca, en el jardín,
siempre verde, por momentos, con flores blancas
desde noviembre a diciembre, acá en mi tierra,
exultante sus ramas hacia el cielo,
con esos frutos rojos que alertan del peligro:
Se asemeja a la vida.
Impreciso en su gradación, en su prolijidad,
alejado del caos, lo busca mi espíritu
para meditar entre sus perennes hojas;
brillantes y verdes.
Sé que quiere ser el Árbol de la Navidad,
pero no lo es.
Me refugio en su dolor de resina, de dureza,
de veneno, de ser bastardo
porque jamás podrán reconocerlo.
Me mimetizo. Nadie me reconoce
es que nunca habías observado,
pero estaba ahí,
tan juntos abrazados. -
Amalia Lateano