Perdonaré su error y no me acordaré más de su pecado (Jer. 31:34).
En el vasto cosmos de la existencia,
donde estrellas y hermanos brillan con persistencia,
se teje una danza de errores y perdón,
un ballet cósmico, una antigua canción.
El perdón, un bálsamo que calma la tormenta,
un susurro suave que la paz alimenta,
es el arte de Jehová, de soltar, de dejar ir el dolor,
de abrir nuevas puertas, de dar paso al amor.
No es la carga del juicio lo que nos define,
sino la gracia del olvido, que como el sol, ilumina y afina.
Es un renacer constante, un ciclo sin fin,
dónde cada final es un nuevo comienzo a descubrir.
Así, en el lienzo del tiempo, con pinceladas de esperanza,
pintamos un mañana donde la armonía descansa.
Porque en el perdón de Jehová hallamos la verdadera libertad,
y en cada acto de clemencia, la humanidad.
Que este poema sirva como un reflejo
de la belleza en Jehová inherente en el acto de perdón,
un recordatorio de que, a pesar de la noche,
siempre llega el alba, con su nueva luz y lección.