Pintaste con el pincel que todo lo alumbra
hasta que acogiste al otro, el de la penumbra.
El aire te decía: “Pinta”, y en la negrura,
de tus cuadros, se oían gritos ahogados,
como cuchillos lanzados y silenciados.
En la corte, que miel oro derrochaba,
los rostros de la vanidad observabas,
dibujando en sus caras el poder,
almas vacías bajo trajes de seda de placer.
Goya viviste dos veces,
Una, entre amplios salones, otra,
en la soledad de tu espíritu.
En el eco de tus pensamientos
las brujas del Alba acompañaban al viento,
y los monstruos de la razón, rostros torcidos
por la tierra andaban esparcidos,
plasmándolos con tus manos desnudas,
arropado con la manta de la negrura.
Goya viviste dos veces,
Escuchaste el grito del silencio,
los susurros oscuros en aumento.
Y cuando la sordera cayó sobre ti,
como el peso de un mármol sin fin,
dejaste de oír el mundo distante
y oíste tu alma, fuerte y vibrante.
De esa sordera brotó tu agonía,
el negro profundo, la furia sombría,
y en cada trazo que diste en la tela,
la ira se alzó con su oscura estela.
Goya viviste dos veces,
Y en cada vida encontraste el dolor,
pintando el tiempo herido y sin amor.
Sólo la verdad desnuda, el grito del terror,
la belleza y el horror entrelazados
como amantes enemistados.
Pero un día, tu corazón dejó de latir,
aunque tu pincel seguía goteando,
en cada vida solo supiste sufrir
con los ojos de la penuria mirando.
Llevaste tus lienzos al abismo,
y, tu sombra se cierne ahora mismo
como un susurro de las hadas,
donde las verdades reflejadas
sólo entre sombras pueden ser pintadas.
José Antonio Artés