Perdona si no pasé hoy por el cementerio
era tarde y mis ojos estaban secos,
hace años ya que no enciendo un cigarro
en tu nombre.
Las viejas costumbres me arrastran como un mal whisky,
y, qué jodido, pensé que dolería menos con el tiempo.
Pero aquí estoy, escuchando palabras que no salen,
que flotan entre los dientes, clavadas.
Me paso la vida hablando para decir nada,
porque, a decir verdad, no tengo muchas ganas
de dejar salir lo poco que queda de mí.
Así que guardo lo que vale
en el fondo de estas palabras baratas.
No sé si vaya a verte pronto,
quizás no quiero tu sermón,
o el peso del sol en la frente.
Mientras tanto, escribiré otra línea inútil,
con la esperanza de que algún maldito viento
te lleve mis gritos.